Viajes del Papa: la clave es la pastoral
Las primeras críticas al viaje del Papa a Santiago y Barcelona se centraron en el coste del viaje. Luego se concentraron en lo que el Papa representa a los ojos de los que no quieren recibirle, y se escucharon comparaciones fuera de lugar entre el Papa y algunos imanes, los de Tarragona y Lérida, buenos representantes de un Islam politizado, misógino, intransigente y pobre culturalmente. Algún político consideraba que el Papa salía perdiendo en la comparación. Ya se sabe: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Porque hace falta ser ciego para no darse cuenta de que el Papa no fomenta la violencia ni pone en peligro la paz. Más aún, puestos a mirar las cosas con ojos económicos y políticos, es muy posible que la consagración del templo de la Sagrada Familia por el Papa reporte beneficios económicos y turísticos a corto y largo plazo.
Pero decir que la visita del Papa puede reportar hasta beneficios económicos, no es la buena respuesta desde el punto de vista cristiano. Pues las visitas del Papa, aún con algunas servidumbres políticas inevitables (como ocurre en muchas otras realidades humanas: ya me dirán ustedes, por ejemplo, si los éxitos deportivos no tienen servidumbres de todo tipo), hay que contemplarlos en clave pastoral. El Papa, como buen pastor, como mensajero del Evangelio, sólo busca una cosa: consolidar la fe de los creyentes e invitar a los no creyentes que quieran escucharle a considerar el Evangelio de Jesús como una buena aportación a la causa de la paz, de la solidaridad entre los seres humanos, de la defensa de los débiles y desamparados. Todo lo demás está al servicio de este objetivo, aunque a veces, vuelvo a repetirlo, haya que pagar ciertos peajes.
En clave pastoral hay que entender también el uso de las lenguas, en el caso de la visita actual, el uso del gallego y del catalán. Digo esto porque me parecen desafortunadas algunas críticas hechas a este respecto, en línea de si en la Misa en Barcelona habrá más minutos en catalán que de gallego en la de Santiago. Las liturgias papales se preparan con mucho cuidado, para no herir sensibilidades. Lo normal es que donde se hablan dos lenguas se utilicen las dos. Pero lo que denotan las comparaciones entre lenguas es una mala politización de la liturgia. La Eucaristía no es el lugar para milimetrar los minutos de lengua utilizados. Ese lugar son los informativos de las televisiones autonómicas y los discursos de los políticos. La Eucaristía es otra cosa: es la Iglesia reunida como comunidad fraterna para escuchar la palabra de Dios y comulgar con su Señor. Pero para que sea así, se necesitan unos mínimos presupuestos entre los asistentes. Muchos asisten a estas Eucaristías con buena voluntad. Esperemos que sean pocos lo que asisten para aplaudir y hacer demostraciones de “fuerza católica”. Por supuesto, también están lo que asisten para salir en la televisión por motivos políticos.
¿Hay algún modo de evitar estos desajustes? Si los que asisten por compromiso social o político, lo hacen con buena intención, con respeto, como se asiste a la fiesta de un huésped ilustre y se respeta su modo de festejar, no tendría nada que decir. Ahora, si lo único que pretenden es que les vean, si solo se trata de lucir lo importantes que son, entonces no me parece del todo coherente su presencia. No estaría mal alguna reflexión en esta línea porque la Eucaristía es sobre todo la fiesta de la fe, un banquete para creyentes, en el que los primeros puestos son para los pobres. Sin duda, la Santa Sede está interesada en que se televisen estas Eucaristías, porque el Papa busca que le escuchen todos. Estupendo. Pero dejando siempre claro que lo fundamental es la unión con Cristo. Sin unión con Cristo uno no acaba de estar en su sitio en la celebración eucarística.
Pero decir que la visita del Papa puede reportar hasta beneficios económicos, no es la buena respuesta desde el punto de vista cristiano. Pues las visitas del Papa, aún con algunas servidumbres políticas inevitables (como ocurre en muchas otras realidades humanas: ya me dirán ustedes, por ejemplo, si los éxitos deportivos no tienen servidumbres de todo tipo), hay que contemplarlos en clave pastoral. El Papa, como buen pastor, como mensajero del Evangelio, sólo busca una cosa: consolidar la fe de los creyentes e invitar a los no creyentes que quieran escucharle a considerar el Evangelio de Jesús como una buena aportación a la causa de la paz, de la solidaridad entre los seres humanos, de la defensa de los débiles y desamparados. Todo lo demás está al servicio de este objetivo, aunque a veces, vuelvo a repetirlo, haya que pagar ciertos peajes.
En clave pastoral hay que entender también el uso de las lenguas, en el caso de la visita actual, el uso del gallego y del catalán. Digo esto porque me parecen desafortunadas algunas críticas hechas a este respecto, en línea de si en la Misa en Barcelona habrá más minutos en catalán que de gallego en la de Santiago. Las liturgias papales se preparan con mucho cuidado, para no herir sensibilidades. Lo normal es que donde se hablan dos lenguas se utilicen las dos. Pero lo que denotan las comparaciones entre lenguas es una mala politización de la liturgia. La Eucaristía no es el lugar para milimetrar los minutos de lengua utilizados. Ese lugar son los informativos de las televisiones autonómicas y los discursos de los políticos. La Eucaristía es otra cosa: es la Iglesia reunida como comunidad fraterna para escuchar la palabra de Dios y comulgar con su Señor. Pero para que sea así, se necesitan unos mínimos presupuestos entre los asistentes. Muchos asisten a estas Eucaristías con buena voluntad. Esperemos que sean pocos lo que asisten para aplaudir y hacer demostraciones de “fuerza católica”. Por supuesto, también están lo que asisten para salir en la televisión por motivos políticos.
¿Hay algún modo de evitar estos desajustes? Si los que asisten por compromiso social o político, lo hacen con buena intención, con respeto, como se asiste a la fiesta de un huésped ilustre y se respeta su modo de festejar, no tendría nada que decir. Ahora, si lo único que pretenden es que les vean, si solo se trata de lucir lo importantes que son, entonces no me parece del todo coherente su presencia. No estaría mal alguna reflexión en esta línea porque la Eucaristía es sobre todo la fiesta de la fe, un banquete para creyentes, en el que los primeros puestos son para los pobres. Sin duda, la Santa Sede está interesada en que se televisen estas Eucaristías, porque el Papa busca que le escuchen todos. Estupendo. Pero dejando siempre claro que lo fundamental es la unión con Cristo. Sin unión con Cristo uno no acaba de estar en su sitio en la celebración eucarística.
Martín Gelabert Ballester, O.P.
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